GLAMOUR EN LA COSTA AZUL

El pasado fin de semana asistimos de nuevo a un enlace matrimonial principesco, el de Su Alteza Serenísima el Príncipe Alberto II de Mónaco con la hasta entonces ex-nadadora Charlene Wittstcock.  No sé si voy a describir una boda de Príncipes o un desfile de alfombra roja, en muchos casos plagado de errores.

Bodas de Guillermo de Iglaterra
y Alberto de Mónaco

Boda de Estado no Real. El Principado de Mónaco es el segundo Estado más pequeño del mundo tras el Vaticano. Al contraer matrimonio su Jefe de Estado, es decir el Príncipe Alberto, se trata de una boda de Estado. Al tratarse de un Principado no es una boda Real. Para serlo el País tendría que ser un reino. Estas distinciones son clave para comprender esta boda. A diferencia de la boda del Príncipe Guillermo de Inglaterra, esta sí es una boda de estado y, por tanto, es lógico que acudan los máximos mandatarios de otros países, ya sean miembros de Casas Reales -los Reyes de Suecia, por ejemplo- o Presidentes de República -como en el caso de Nicolás Sarkozy-. La boda del Príncipe Guillermo era Real, porque él pertenece a una Casa Real, pero no era de Estado, porque él no es Rey ni Príncipe heredero sino el hijo del heredero, su padre, el Príncipe de Gales. Tras su boda, Charelene Wittstock es Su Alteza Serenísima y Primera Dama, mientras que Kate Middleton pasó a ser consorte del Príncipe, Duquesa de Cambridge y, por supuesto, la Primera Dama de Gran Bretaña sigue siendo la Reina Isabel II.

Enlace civil y enlace religioso

Enlaces civil y religioso. En España, por ejemplo, que es un país de raigambre católica, cuando se contrae matrimonio canónico, este es inmediatamente reconocido civilmente. Esto se debe al tipo de concordato que existe entre nuestro país y la Santa Sede. El concordato es el tipo de acuerdo de máximo rango diplomático que existe entre dos países. Además de este, existen también convenios y acuerdos. La Constitución Apostólica entre el Estado de Mónaco y la Santa Sede de 1886 fue renovada, tras el Concilio Vaticano II, mediante un convenio en 1981. En este último se hace referencia a la sede Arzobispal de Mónaco, los designios de Obispos, las órdenes religiosas y la educación.

Ceremonia religiosa

No se menciona nada acerca del

matrimonio. Como no existe un concordato, tipo el español, sobre los enlaces matrimoniales, Alberto II de Mónaco y la ya Princesa Charlene contrajeron primero matrimonio civil y, posteriormente, religioso. Para llegar a ser Princesa de Mónaco, Charlene se convirtió al Catolicismo, pues así lo exige la Constiución de Mónaco. Otras princesas o plebeyas se convirtieron a los credos de las familas reales para contraer matrimonio -véase Sofía de Grecia, actual Reina de España, al Catolicismo; Kate Middleton, actual Catalina, Duquesa de Cambridge, al Anglicanismo-.

A diferencia de otras confesiones, la Católica posee un protocolo antiquísimo y muy rico,en el que se respetan y cuidan todos los detalles al máximo. Por eso el sábado pudimos ver una celebración tan espléndida. Tras la ceremonia, según la costumbre de las Princesas de Mónaco, y de muchas novias católicas, Su Alteza Serenísima la Princesa Charlene fue a entregar a la Virgen su acertado ramo de cascada pequeña compuesto por orquídeas, flor de la belleza y elegancia y rosas petra, flor del país oriundo de la novia.

Comparaciones odiosas.
Mucho se ha

Charlene y Gracia

especulado sobre la imagen física y el estilo de la Princesa

Charlene en referencia  a la malograda madre del novio, la Princesa Gracia. Tanto una como otra eran plebeyas. A fin de cuentas, antes de convertirse en princesa, Grace Kelly no era más que una actriz de Hollywood perteneciente a una familia estadounidense de clase media acomodada. Corrían los años 50 y las buenas costumbres eran de uso habitual, la moda predicaba elegancia y toda señora o señorita sabía estar.

Si nos situamos a día de hoy, muchas de esas sanas costumbres y buenas maneras se han perdido y la moda ya no destila siempre elegancia. Sin duda, la Princesa Charlene tiene mucho que aprender -como el resto de sus compañeras plebeyas-, pero no tiene nada que envidiar a nadie, pues ha demostrado un saber estar y una elegancia inusitada en múltiples ocasiones. Con su comportamiento y su prestancia y su look sobrio y elegante el día de su boda, ha hecho suyo el "menos es más" con gran acierto. Gracia vivió otra época, así como otras princesas plebeyas de entonces, como las actuales reinas de Suecia -Silvia- y de Bélgica -Paola-.

Las manos

Errores de Príncipes y plebeyas. No sólo las plebeyas cometen errores de protocolo, pues no han recibido la educación adecuada; también los príncipes. El uniforme de la Guardia Real en su versión de verano quizá no fue la opción más apropiada entre todas las que el Príncipe Alberto podía escoger pues, con su claridad, le restaba protagonismo a la novia.

El velo

Durante la ceremonia no le advirtió a su futura esposa que soltara el ramo al unir sus manos para las promesas matrimoniales; ella le ofreció la izquierda. La retirada del velo corrió a cargo de la novia y tarde. Cuando el Arzobispo los declaró marido y mujer, el novio debía retirar del rostro de la novia el velo.

Príncipes de Mónaco y
Príncipes de Asturias

Charlene no era capaz de cambiar el ramo de mano para saludar a la salida; le costó reaccionar o el Príncipe se lo comunicó tarde. Lo mismo le sucedió a la Princesa de Asturias, pero, en esa ocasión, Felipe de Borbón estuvo más rápido. En la Iglesia de Santa Devota, donde se emocionó al entregar el ramo, se secó las lágrimas con un triste pañuelo de papel, lo mismo que le ofreció el Príncipe de Asturias a Doña Leticia en la Catedral de la Almudena. Cabe destacar la falta de elegancia por parte de Alberto de Mónaco al llevar del brazo a su recién estrenada esposa, pues, en lugar de mantenerlo en ángulo recto, estaba medio caído.

Dress code. La invitación, tal y como podemos leer, solicitaba chaqué o uniforme para los caballeros y sombrero o tocado para las señoras. Hay que señalar que, dada la hora del día y la vestimenta masculina, las señoras debían ir de corto. La hora era extraña, pues aún se podían lucir pamelas, pero el convite era una cena de gala, para la que, lógicamente, el atuendo debía cambiar. Una boda poco práctica, con muchos cambios de vestuario, propia más bien de una pasarela.

Princesas Carolina y Carlota

Y en una pasarela se convirtió Mónaco. Con más despropósitos que aciertos. ¿Pero qué podíamos esperar de una boda llena de actores, diseñadores, deportistas y gentes del buen vivir? Las Princesas Carolina y Carlota estuvieron a la altura, a pesar de que esta última nos mostró sin pudor las marcas del biquini con el palabra de honor que lució para el enlace civil. A esto cabe añadir que en una boda civil las invitadas no lucen sombreros ni tocados.

Princesa Estefanía

La Princesa Estefanía, en su línea, fue la primera en saltarse el protocolo requerido para la vestimenta al no lucir sombrero ni tocado y el Príncipe Andrea, tal y como ya nos tiene acostumbrados, volvió a hacerse mal el nudo de la corbata.

Príncipes Andrea  de Mónaco y Federico de Dinamarca

De invitadas a las que suponía elegantes, me decepcionaron Tatiana Santo Domingo, con su look de paseo e Inés de la Fresange con el suyo playero. Sorprendieron, sin embargo, para bien la Princesa Pauline y la madre de la novia. Rompieron el  
   protocolo la modelo Naomi Campbell y la diseñadora Isabell Kristensen al vestir de largo durante la ceremonia e ir excesivas a la cena de gala. Looks negros, escotes vertiginosos, faldas demasiado cortas, señoras colocándose la pamela al bajar del coche, otras atusándose el pelo, gafas de sol... La realeza recobró la elegancia perdida en la boda del Príncipe Guillermo y nos deleitó con su compostura, exceto el Príncipe Federico de Dinamarca, que se pasó de original.

Lagerfeld bien; Beckham mal

En cuanto a los

caballeros, vimos a varios lucir camisas wing collar

con pañuelo ascot, dándole una lección  de
estilo a David Beckham, que no supo llevarla en la boda británica. Cabe señalar que este estilo de cuello no es el más apropiado para una boda. También pudimos observar tremendas herejías, como chaqués abiertos acompañados de chaleco recto algunos, incluso con el último botón abrochado -entre otros el del padre de la novia-, sin pañuelo en el bolsillo, con el último botón del chaleco abotonado, con condecoraciones -sólo se lucen con frac o uniforme, como contemplamos por la noche- y -¡horror!-con mocasines. Sarkozy apareció con traje y corbata y Jean Michel Jarre sin esta última prenda. Los que pudieron llevarse el premio a la falta de etiqueta fueron los Presidentes de la FIA y del Grupo LVMH. Está claro que la elegancia no la hace el dinero, pero ayuda a mejorarla a quien ya la tiene.



Pareja de invitados, Condes de Wessex y Príncipes de Holanda



La derecha. Como ya he explicado otras veces, la derecha es el lugar de honor. Por eso la mujer siempre va a este lado del varón, a no ser que la calle sea muy estrecha. En el caso de que el marido ostente un rango superior al de la esposa, será este quien ocupe la derecha. Esto sucede en el caso de todos los Reyes, Príncipes y Jefes de Estado. En este enlace, hubo todo tipo de disposiciones de parejas, puesto que, muchos de los uniformes de los príncipes iban acompañados de sable. En este último caso, al llevar el sable en el lado izquierdo, la esposa se situaba en el derecho, aunque, por precedencia no le correspondiera.

Carlos Gustavo de Suecia con Paola de Bélgica
y Guillermo de Holanda con la Condesa de Wessex

Cena de gala. Todo el mundo hubo de cambiarse para asistir  a la cena de gala y Estado, que requería frac o uniforme de gala para los caballeros y vestido largo para las señoras. Lo propio para adornar las cabezas femeninas en este tipo de eventos son las tiaras. En este tipo de cena no está permitido el esmoquin, pues no se considera lo suficientemente elegante. Hubo algunos, como el Presidente de la FIA, que lució esmoquin -¡con mocasines!- o Jean Michel Jarre, que desconoce lo que es una pajarita, al igual que una corbata. En estos eventos los matrimonios no entran juntos sino que se organizan las parejas de otro modo. Por supuesto, al igual que en cualquier otra cena, un matrimonio no se sienta junto jamás.

La no representación española. La invitación a un evento de este tipo se dirige de Jefe de Estado a Jefe de Estado, como ya has podido observar más arriba. El Rey estaba convaleciente; aún así, es sabido su poco agrado por asistir a bodas. Podía haber enviado una representación de Su Casa, como en el caso británico, pero no lo hizo. La excusa de que la invitación iba dirigida al Rey es absurda, pues el protocolo diplomático indica que así ha de hacerse. Tampoco acudieron otras Casas Reales, como las de Bulgaria o Grecia.




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¡y a disfrutar!